Testimonio de agradecimiento
Apago la luz de la habitación y antes de abrir la puerta, respiro.
Todavía queda olor a incienso, a velas, aceites y amor.
Testimonio de agradecimiento
Apago la luz de la habitación y antes de abrir la puerta, respiro.
Todavía queda olor a incienso, a velas, aceites y amor.
Llueve.
Después de cuatro días de sol, en el cielo y en los ojos, llueve.
Fuera desfilan las maletas. De vez en cuando se paran. Se escuchan los abrazos: bum bum, bum bum. Eso es el pulso, los silencios dicen más cosas.
Gratitud por lo dado y recibido. Por primera vez tengo el valor de darme las gracias también a mi misma, por permitirme aprender a dar y a recibir.
A lo lejos una carcajada. Sí, la reconozco. He aprendido a identificarlas, igual que algunas lágrimas, el baile de cada uno o el distinto calor de cada abrazo.
Miro y veo que hemos crecido un poco: un dedo, dos, un palmo. Cada uno su pedacito. Algo en su asunto pendiente, o tal vez, en otro que ni siquiera sospechaba.
Alegría de haber podido enfentrar directamente al miedo
Arranco con mi maleta y con la alegría de haber podido enfrentarme directamente y a pecho descubierto con mi miedo. Con el gran coco, el monstruo que durante años se acercaba por la noche a asustarme.
Descubrirlo así, abiertamente sin taparme la cabeza con la manta ha dolido un poco, me ha puesto algo triste y por fin me ha aliviado. He podido respirar y reírme mucho de mí misma, de mi ceguera, de lo fácil que era librarse de él.
Poder compartir mi risa y mis dudas con otras caras asustadas, seguramente por otros motivos, me ha llenado de alegría y buenos momentos.
Hoy es, ahora es, el momento en el que me marcho. Él ya lo ha hecho. Mi Shiva-Daka se ha ido ya con un abrazo desde mi amor incondicional, desde el agradecimiento por lo que me ha dado y por tomar con cariño, respeto, valor, apreciación y confianza lo que yo haya podido proporcionarle.
No hay apego ni abandono
No está el coco, hoy no ha venido. Lo he mandado a la conchinchina, o incluso más lejos. Espero que le guste tanto ese lugar que no tenga ganas de volver. Que se quede feliz viviendo allí.
Amor, gratitud, fusión, ternura, vulnerabilidad, alegría, crecimiento, compasión, libertad, placer, éxtasis, descubrimiento, calidez, complicidad, energía. Éstos sí se vienen a la fiesta que pretendo sea mi vida.
Gracias a todos por ser y estar.
Gracias Hari Dass, Amerai, Carlos, Óscar y Cristina por hacer de este taller “tan serio” algo tan fácil y llenarlo de amor, sentido del humor y diversión.
Mábel.