Iluminación

Entre los más destacados enemigos de la verdad que consisten en una sola palabra —especialmente para los meditadores y quienes siguen caminos espirituales inspirados en las tradiciones asiáticas— se encuentra el término «iluminación». Malinterpretar su significado y su uso puede convertirse en un verdadero obstáculo en el camino espiritual. Comprender por qué se trata de una palabra engañosa —y por qué resulta preferible el término «despertar»— ofrece una visión más clara del propósito de la práctica espiritual y constituye una ventaja considerable para quien transita ese camino.

La definición de la palabra «iluminación», en su sentido espiritual (a diferencia de su sentido racionalista) se da en el Oxford English Dictionary (y otros varios) como: «La acción de alcanzar, o el estado de haber alcanzado el conocimiento o comprensión espiritual». Con esta definición, la palabra es, decididamente, un enemigo íntimo de la verdad. En primer lugar, dada la suposición de que el conocimiento es algo expresado en palabras u otros símbolos, no hay conocimiento que pueda impartirse y que pueda ser capaz de producir la iluminación. Si lo hubiera, ese conocimiento se habría descubierto ya y la mayoría de la humanidad estaría iluminada, del mismo modo que la mayoría de la humanidad puede comprender la aritmética elemental. En segundo lugar, y de manera más importante, la existencia del sustantivo “iluminación” implica un final definitivo, un estado final en el que uno ha alcanzado la comprensión última y conoce el secreto de la existencia. Y además implica una oposición binaria a un estado de no iluminación. En este paradigma erróneamente construido solo hay dos estados: o estás iluminado o no lo estás. Si crees que es así, entonces es probable que te esfuerces mucho para alcanzar esta ultimidad imaginada, lo cual es un problema, pues tanto la acción de esforzarse como el concepto de logro socava la posibilidad del despertar espiritual. Además, también es probable que creas que este supuesto logro te elevaría por encima de la masa de los humanos o, de algún modo, te exaltaría, y este tipo de pensamiento jerárquico es también contrario al despertar espiritual.

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Pero hay un efecto todavía más insidioso de este malentendido. La mayoría de los que asumen esta definición de iluminación imaginan que no representa nada que sea posible para ellos en esta vida. Dicho de otro modo, el presunto estado de iluminación ha llegado a estar tan glorificado y mitologizado que la mayoría de los practicantes de yoga, meditación y mindfulness, hoy en día, no consideran que sea una seria posibilidad para ellos, y aquellos que sí lo consideran tienden a tener unos egos enormemente inflados. Y esas figuras, antiguas y modernas, presentadas generalmente como ejemplos de «iluminación completa», como el Buddha y Ramana Maharshi, están subidos a un pedestal tan alto que la gente no ve en ellos un reflejo de lo que es posible para cualquier ser humano suficientemente interesado.

Mi propuesta es que la iluminación es un enemigo íntimo de la verdad, y por eso prefiero llamarla «despertar permanente». Pero esto no va de utilizar el lenguaje «correcto». De lo que se trata es de comprender lo que queremos decir con esas palabras y concretamente por qué las connotaciones de un término podrían ser más beneficiosas que las de otro. Aquí quiero argumentar que el despertar espiritual constituye un espectro con un número indefinido de puntos a lo largo del mismo y que, por consiguiente, el despertar es posible para todo el mundo, y más despertar es posible para cualquiera ya despierto.

Así pues, lo primero que hay que hacer es definir exactamente lo que entendemos por la palabra “despertar” (y sus formas afines). Esta palabra ha llegado a ser tan común en algunos círculos, que es fácil olvidar que, en realidad, es una metáfora para algo que literalmente no tenemos ningún término nativo en ningún idioma europeo. Es una metáfora que supone que, sea lo que sea de lo que estamos hablando, es algo análogo al despertar de un sueño. La analogía es buena por varias razones que describiré más tarde, pero permitidme recordar que ninguna analogía puede ser perfecta.

Llegados a este punto, puede que te estés preguntando por la palabra sánscrita que los estudiosos de los siglos XIX y XX tradujeron como iluminación. Esa palabra es bodha (o su sinónimo bodhi), que de hecho significa «estar despierto». La elección de traducirlo al inglés como “iluminación” en el siglo XIX estuvo influenciada por el uso europeo del término en referencia al movimiento filosófico del siglo XVIII, conocido como la Ilustración, aunque esta última tenía poco en común con las filosofías hindú y budista que utilizan el término bodha. Para quienes deseen conocer todo el campo semántico del término sánscrito, bodha aparece glosado en los diccionarios del modo siguiente: despertar, llegar a estar despierto, el estado despierto, conciencia, la apertura de un capullo, sabiduría, percepción, aprehensión, pensamiento, conocimiento, entendimiento, inteligencia, instrucción o consejo, dependiendo del contexto. De manera que, en el lenguaje original no hay una línea clara entre el concepto de despertar y el de conciencia, per se. El significado de la palabra bodha depende del contexto, igual que el término derivado del mismo, buddha, que significaba simplemente «despierto», no solo en el sentido espiritual, sino también (y más frecuentemente) en el sentido físico cotidiano de haber despertado del sueño de una noche.

Habiendo establecido que la traducción como “despierto” o “despertar” es la más apropiada para bodh , ¿qué demonios es? Lo definiré a continuación de cinco maneras, pero antes he de decir esto: si todavía no has entrado en el proceso de despertar, puedes estar tentado de verlo como un mito, una zanahoria sostenida por un gurú que quiere tu dinero, una ilusión psicológica, un concepto imaginario utilizado por tipos espirituales que se dan bombo a sí mismos para engrandecerse en dinámicas de poder, o quizás una experiencia temporal, como un estado alterado de conciencia. Pero, a ti, te digo que el despertar es real, y no tiene nada que ver con ninguna de esas cosas (aunque todas esas cosas pueden tener lugar también). No es un estado psicológico ni una experiencia cumbre. De hecho, por extraño que pueda parecer, no es una experiencia, en absoluto. El despertar es un modo específico de experimentar, o mejor, de experienciar; un paradigma diferente de ser, podríamos decir.

Ahora bien, el lenguaje que acabo de usar parece contradecir lo que dije antes, que el despertar es un espectro, no algo binario. Pero ahora es el momento de aclarar que es ambas cosas. Es binario en el sentido de que el proceso de despertar o ha comenzado o no lo ha hecho, y es un espectro en el sentido de que una vez ha comenzado constituye un continuum con un número indefinido de puntos. También es importante observar que este continuum tiene varios puntos de inflexión que podríamos llamar fases del despertar, siempre y cuando entendamos que no suceden en el mismo orden para todos los que pasan por ellas (y, desde luego, no todo el mundo que despierta pasa por toda ellas). Es importante también señalar que mucha gente que cree que está despierta ni siquiera ha comenzado el proceso de despertar. Este malentendido ocurre cuando la gente confunde entender y creer en la filosofía espiritual con despertar, algo que es muy común. 

Entonces, ¿qué es el despertar si no es una experiencia ni un tipo específico de conocimiento? Podríamos decir que es un cambio de paradigma que reconfigura el modo como uno experimenta todas las cosas. Se confunde con un tipo de experiencia porque a veces hay elementos experienciales significativos, incluso espectaculares, que acompañan a este cambio de paradigma. Pero estos elementos experienciales son impermanentes, mientras que el despertar puede convertirse en el lugar de residencia permanente de uno, por así decirlo. ¿Cómo es esto posible? ¿No enseñó el Buddha que todo es impermanente? No. Enseñó que el nirvana es permanente, justamente porque no es la presencia de algo; es la ausencia de algo, a saber, de la ilusión y la confusión acerca de la naturaleza de la realidad o de la naturaleza de la identidad personal, del yo. Todo lo que llega a la existencia, desaparece, desde luego, pero algo que puede dejar de ser puede irse para siempre. Por eso nirvana significa, literalmente, “cesación”. La ilusión engañosa ha cesado, y esta cesación constituye un paradigma diferente del ser. Pero, indudablemente, para la mayoría de la gente no cesa de golpe (a pesar de las historias míticas de «iluminación súbita»). Puede haber una ruptura súbita en la naturaleza de la experiencia que inicia el proceso de despertar, pero el velo de la ilusión se va desgranando poco a poco a través de un proceso de desgaste impulsado por el tipo adecuado de práctica espiritual.

El despertar acompañado de fuegos artificiales experienciales y el despertar acompañado de la ausencia de ellos son lo mismo en términos de dónde te llevan. Pero ¿dónde es eso? Aunque el discurso en torno a la palabra iluminación (y el discurso del mercado espiritual) hace parecer que la persona iluminada sabe algo, o tiene algo, que la persona no iluminada no sabe, es al revés.

Despertar implica perder algo (concretamente tus creencias profundamente condicionadas sobre quién eres y qué es el mundo), y no ganar algo, excepto la claridad de visión que de manera natural resulta de esa pérdida. En este sentido, puede compararse a la cirugía que elimina las cataratas del ojo. 

Ni que decir tiene que lo que he expuesto es una enorme simplificación, pero es imposible hablar de esto sin simplificar demasiado. Cualquier metáfora que utilicemos es, de alguna forma, inadecuada.

Ahora hablaré de cinco versiones diferentes del despertar, que pueden verse como fases del mismo proceso. Recuerda: nuestra metátora principal aqui, utilizada por innumerables maestros espirituales, es la de despertar de un sueño. ¿Por qué es esa la metáfora central? En un sueño normal, no sabes que estás soñando, de modo que no sabes que todo lo que ocurre está generado por tu propia mente. No sabes que todo el mundo en el sueño es un aspecto de tu propia psique, de ahí que puedas sentir miedo cuando te sientes amenazado por un villano o por una criatura monstruosa, o puedas desear a una persona sexy. Pero cuando despiertas de un sueño literal, te das cuenta de su naturaleza. Puedes contemplar el sueño e incluso escudriñarlo en busca de potenciales significados, pero ya no tienes miedo ni estás excitado (aunque en el caso de los sueños intensos el sistema nervioso puede tardar algún tiempo en calmarse al despertar, lo que también es un aspecto destacado de esta analogía).

En cierto sentido, consideras que el sueño no es real, al menos en comparación con tu experiencia actual. Del mismo modo, el despertar espiritual cambia tu relación con toda la realidad. Ya no parece real del modo como lo era antes y ya no puede afectarte como lo hacía antes. Hay también una inmensa sensación de alivio, como cuando te despiertas de una pesadilla. Pero, en algunos sentidos, el despertar espiritual no es tan análogo al despertar físico como lo es a la transición hacia el sueño lúcido. Todavía estás en el sueño, pero sabes que es un sueño, de modo que sabes que todo es una manifestación de tu conciencia y no hay nada que temer, así que básicamente puedes hacer lo que quieras y disfrutar del viaje. Pero tampoco es como eso, pues si tomas la metáfora de forma demasiado literal, entonces el despertar es solo la transición hacia el solipsismo (forma radical de subjetivismo según la cual solo existe aquello de lo que es consciente el propio yo), y tampoco estamos hablando de eso. Sea cual sea el modo en que utilicemos la metátora, en algún momento termina en un callejón sin salida, y tenemos que admitir que ni siquiera la mejor metáfora puede captar totalmente eso de lo que estamos hablando. Así que veamos una manera diferente de describir el despertar.

El propósito de intentar describir estas versiones o fases del despertar, a pesar de que sea imposible hacerlo pertectamente, es doble: uno, para que las personas que han pasado por esas fases reconozcan que lo que han atravesado es parte de un proceso universal que, simplemente, es una potencialidad intrínseca a la conciencia humana, y dos, para que aquellos que todavía no han pasado por esas fases estén equipados con señales para que, más adelante, sepan que no se están volviendo locos.

Como decía, se trata de un proceso universal: aunque los detalles pueden variar y algunos de sus elementos se ven influidos por el contexto cultural específico en el que se produce el despertar, es un proceso asequible a cualquier persona de cualquier cultura. Algunas personas necesitan oír hablar de sus posibilidades antes de que el proceso del despertar pueda comenzar, mientras que otras pueden empezar a experimentarlo sin ningún preliminar.

El hecho de que este proceso pueda iniciarse espontáneamente en casi cualquier persona, incluso en alguien sin conocimiento previo del tipo de ideas halladas en este libro, constituye un profundo misterio. Espero que dicho misterio llegue a convertirse en un objeto central de estudio para la neurociencia, ya que el proceso del despertar, para mucha gente, tiene también síntomas fisiológicos o efectos colaterales que indican que es tanto un proceso espiritual o psicológico como neurobiológico.

Finalmente, al presentar estas versiones o fases del despertar, no pretendo ofrecer un mapa definitivo, sino simplemente uno que sea claro, útil y que cubra buena parte del terreno en un lenguaje sencillo.

Primera versión / fase: despertar del yo socialmente construido

Significa despertar de la creencia de que tus pensamientos, recuerdos, imágenes de uno mismo o relatos acerca de tu vida te definen, limitan o incluso te describen en tu verdadera naturaleza.

Significa despertar del sueño de que los contenidos del pensamiento tienen algo que ver con lo que fundamentalmente eres.

Esto implica ver claramente que todos los pensamientos acerca del «yo» (todos los pensamientos acerca de lo que tú eres, qué tipo de persona eres, lo bueno o malo que eres) no son más que pensamientos, ninguno de los cuales toca la profundidad del ser que eres. En esta fase, uno ve claramente que el concepto de yo no apunta hacia nada más que una idea mal definida, construida, nebulosa y contradictoria de yo (es decir, un pensamiento). Un pensamiento que de algún modo se superpone a tu ser más profundo y lo oscurece. Como todas las versiones o fases del despertar, esta realización es, en realidad, no conceptual, pero suena inevitablemente conceptual al expresarse en palabras. Tras ver que el yo es un constructo mental, uno puede reaccionar con un miedo y una resistencia repentinos, o puede experimentar de repente un estado de ser puro, que podemos llamar también presencia consciente. Algunas tradiciones lo llaman estado de ser puro, libre de imágenes de sí mismo, o también autoconciencia del verdadero yo, otros lo llaman «no-yo». Para aquel que ha tenido este despertar, no importa cómo lo llamemos.

Segunda versión / fase: despertar de la cobertura conceptual inconsciente

Significa dejar de proyectar inconscientemente tus conceptos sobre las cosas, es decir, reconocer cuándo estás interpretando la realidad a través de tus ideas previas sin darte cuenta. Por ejemplo, notar la diferencia entre el concepto «árbol» y las realidades siempre únicas e inefables a las que esa palabra apunta, pero que no logra abarcar. Por la misma razón, en esta fase uno deja de reducir a las personas a los conceptos que tiene sobre ellas, y ya no las confunde con las historias que ha construido acerca de quienes son. Esto no es más que la continuación natural de la primera fase. Podríamos definirla como la toma de conciencia de que, así como tú no eres tu historia personal, nadie más lo es tampoco. El otro no es tu historia sobre él, y el mundo no es tu historia acerca de los demás. Nada es el concepto que tú piensas que es. Los conceptos pueden ser útiles desde el punto de vista pragmático, pero nada, ni siquiera la cosa más simple, como una mesa o un árbol, se puede reducir al concepto que tú tengas de ello.

Finalmente, uno cae en la cuenta de las implicaciones de todo esto: los pensamientos son herramientas, no verdades. Incluso después de haberlo comprendido, liberarse de los hábitos inconscientes de superponer conceptos a la realidad puede requerir un largo proceso. Es un desaprendizaje profundo, que no ocurre de inmediato.

Tercera versión / fase: despertar del sueño de la separación

Habiendo comprendido que todo forma parte de un proceso que siempre escapa a tu conceptualización (realmente, podría decirse que solo hay verbos, no sustantivos) y que todas las categorías y demarcaciones son construcciones mentales, uno ve que la separación no es en sí misma más que un pensamiento. Sin la creencia en la separación, es imposible experimentar la soledad o cualquier tipo de alienación existencial. Al despojarte de la creencia en que algo puede estar separado de ti, despiertas a la verdad siempre ya existente de la unidad sin fisuras con todo lo que es. Aunque esta versión o fase particular del despertar suele ser glorificada en la literatura – generalmente bajo el nombre de «conciencia de unidad»— porque tiende a generar una profunda dicha y alegría, en realidad no es más que nuestro estado natural de ser: ver con claridad, sin el filtro de una mente condicionada por la cultura y el lenguaje.

Para ser técnicamente precisos, no se trata de alcanzar la unidad, sino de reconocer que nunca has estado separado de nada.

Integrar plenamente las implicaciones de esta comprensión supone un cambio de paradigma irreversible.

Cuarta versión / fase: despertar de la creencia en la «realidad objetiva»

En esta fase o versión del despertar, el mundo deja de ser mundo, esto es, la existencia de un universo objetivo (independiente del observador), hecho de sustancia material, pasa a verse como una ilusión y se disuelve completamente, dejando a uno con la experiencia de que todos los fenómenos no son más que formas de la conciencia, o apariencias dentro del sueño de la mente única. Esta «conciencia que todo lo es» no pertenece a nadie, pero, a la vez, lo que tú eres no es sino ella. Ni que decir tiene que estas palabras son totalmente inadecuadas; este modo de experiencia es casi imposible de describir y, ciertamente, es aún más extraño de lo que parece.

Quinta versión / fase: despertar al fundamento absoluto del ser

En esta fase o versión del despertar, uno percibe directamente que todos los fenómenos están, de algún modo, sostenidos en el interior de una espaciosidad silenciosa e infinita, y al mismo tiempo impregnados por ella. Es el fundamento del ser: aquello que permite que todo sea posible y que todo exista, aunque en sí misma sea la nada absoluta (esto no puede comprenderse conceptualmente, por supuesto). Algunas personas perciben el fundamento del ser como una presencia quieta y silenciosa, pero una presencia absolutamente impersonal que está, al mismo tiempo, siempre más cerca que tu propia respiración. Todos los fenómenos juntos se perciben como si fueran una pequeña oscilación en la superficie de este océano de quietud infinita. En este modo de experimentar, que trasciende completamente el espacio y el tiempo, se tiene también la sensación de que todo lo que muere o se disuelve, en realidad no desaparece, sino que se funde de nuevo en el fundamento del ser, del que puede emerger una vez más en los vastos ciclos del tiempo infinito. Esto puede sonar como si fuera una creencia, cuando la sensación de la que hablo se envuelve en palabras, pero no se parece en nada a una creencia. Su inmediatez es innegable, más inmediata incluso de lo que la frase «experiencia directa» puede transmitir, y más real que lo real.

Permítame repetir que estas cinco versiones del despertar pueden ocurrir en un orden diferente al aquí descrito, y uno puede tener solo uno de estos despertares y no los otros. Y también hay otras formas de cartografiar este terreno. Un mapa tradicional presenta lo que estoy diciendo aquí solo en tres fases (incluyendo las etapas de integración de las realizaciones anteriores en la vida cotidiana), e incluso otros declaran que pensar el proceso del despertar en términos de fases no es válido. Yo creo que los mapas son valiosos mientras recuerdes que el mapa no es el territorio. No puedes beberte la palabra ‘agua’, no puedes vivir en el plano de una casa, y del mismo modo, comprender y creer las enseñanzas espirituales no es nada en comparación con la experiencia de los estados que dieron lugar a estas enseñanzas. Aunque esta distinción puede parecer obvia, confundir el mapa con el territorio es muy frecuente: es justamente esa confusión la que provoca que la gente tome las palabras de las escrituras y libros sagrados literalmente, dando lugar al dogmatismo y al fundamentalismo religioso. Y la mayoría de los seres humanos hoy en día son propensos a ese literalismo.

He intentado aclarar aquí que estas versiones o etapas del despertar carecen de la cualidad experiencial de una descarga de conocimiento o un logro de cualquier tipo. Tienen la cualidad experiencial de eliminar cada vez más ilusión, dejando la realidad completamente desnuda, cruda y, sin embargo, mucho más vívida. Inefablemente brillante. Algunos la llaman «conciencia desnuda», otros «pureza primordial».

El despertar, pues, no es otra interpretación de la realidad que uno adquiera y luego encuentre la manera de integrarlo con el conocimiento que ya tenga. Tomando todas las fases juntas y considerándolas parte de un único proceso, podemos decir que el despertar es un cambio de paradigma que borra todas tus historias acerca de la realidad y te lanza a un modo de ser indescriptible en el que el único saber es el dejar de considerar conocimiento todo lo que antes creías saber. Este saber no conceptual es una especie de inmediatez espontánea en la que la distinción entre saber y ser colapsa, produciendo una verdadera intimidad con absolutamente todo, libre de la necesidad de comprenderlo o interpretarlo, y libre de la necesidad de aceptarlo o rechazarlo.

No obstante, cuando la gente oye una descripción así imagina que debe constituir una especie de estado sin mente trascendental, que no podría ser compatible con el funcionamiento en el mundo. Pero esto es totalmente falso y es una suposición basada en la falta de experiencia directa del cambio de paradigma al que hemos aludido. «Libre de la necesidad de comprender e interpretar» y otras frases similares no significan que en ese estado no tengas pensamientos, y no significa que no puedas utilizar conceptos tan hábilmente como cualquier otro. Tan solo quiere decir que esos pensamientos y esos conceptos no determinan tu experiencias de la realidad. Estas libre de la compulsión de buscar la verdad en las representaciones mentales de la realidad.

En el modo despierto, los pensamientos ya no constituyen verdades, pero los mejores de ellos constituyen herramientas, y unos son más eficaces que otros. En épocas antiguas, los mitos eran historias que comunicaban los valores de la sociedad. Eran herramientas para comunicar esos valores. En los textos espirituales, los pensamientos son herramientas utilizadas para señalar modos de experimentar el mundo que uno podría no haberse dado cuenta de que son posibles. En tu propia vida, los pensamientos pueden ser herramientas que faciliten la conexión humana y la comprensión intuitiva —pero no servirán si se toman demasiado literalmente, esto es, si no logramos ver que son herramientas, no verdades—. Así pues, en esta concepción, un pensamiento que es más eficaz que otro en un contexto determinado, puede considerarse más verdadero (en tal contexto), aunque esté lejos de ser literalmente cierto. Cuando se comprende esta idea, una persona puede existir en un paradigma radicalmente diferente al habitual y funcionar todavía de manera eficiente en nuestra sociedad compleja, esto es, tras pasar por un periodo de ajuste en el que ciertos tipos de funcionamiento (especialmente las interacciones sociales) pueden resultar temporalmente deteriorados.

Dicho lo cual, también es posible que alguien que esté despierto en un grado significativo encuentre que le resulta imposible seguir haciendo algo que siente como falso o fuera del alineamiento, a falta de una mejor expresión. En este estado, ya no puedes mentirte a ti mismo. Así, por ejemplo, algunos entran en el proceso del despertar y descubren que han sido tremendamente infelices en su matrimonio o su carrera, pero se las arreglaron para convencerse de que así es la vida y que uno tiene que aguantarse y soportarla…, aunque ahora ya no pueden hacerlo. Por eso, en algunos casos, la vida de una persona puede dar la impresión de que se desmorona en las primeras fases del despertar, y sus amigos y su familia están comprensiblemente preocupados. Pero, para algunas personas, eso es una parte necesaria del proceso. Por supuesto, tal cosa no debería tomarse como que el hecho de que la vida de alguien se desmorone constituya una evidencia de su despertar.

Hay algo en este cambio de paradigma llamado «despertar» que te empuja hacia la verdad, a veces casi contra tu voluntad. Te das cuenta de que existe la verdad, aunque no es doctrinal ni ideológica, y uno se siente impulsado a discernir su naturaleza lo mejor que pueda, en todas las dimensiones posibles, aunque lo que se discierna no sea, en última instancia, ni siquiera articulable.

Concluiré resolviendo una aparente contradicción en esta enseñanza. El despertar es, por su propia naturaleza, tanto súbito como gradual. Es repentino en el sentido de que la verdad no conceptual se ve necesariamente de golpe, en un solo momento, pero el proceso de integrar lo que uno ha comprendido en la propia psique y la propia vida es necesariamente gradual. La integración es el proceso gradual de ver todo como nuevo, a la luz de la conciencia despierta y de permitir que la comprensión de todos y cada uno de los aspectos de la vida se recalibre a esa luz, en ese nuevo contexto. Por ejemplo, al reexaminar la dinámica de una relación en este nuevo contexto, lo que anteriormente era turbio y confuso se vuelve simple y claro, e incluso si esa claridad no es articulable, permite un cambio en la dinámica de la relación.

Las intuiciones y las realizaciones son la parte agradable de este proceso. La integración es, para muchos, la parte difícil. Pero el proceso de integrar estas intuiciones profundas sobre la naturaleza de la realidad es lo que más cambia la vida. Sin integración, incluso las poderosas intuiciones pueden desvanecerse. Y sin un maestro y una comunidad que apoyen la integración, las realizaciones no conceptuales pueden ser apropiadas por la mente y convertidas en meras creencias que refuercen una autoimagen o un «ego espiritual» inflados.

Y lo que es más importante (al menos para quienes se preocupan por el bienestar de los demás), sin integración, es poco probable que tu despertar beneficie sustancialmente a alguien más. Es casi como si, a pesar de haber descubierto la fuente más exquisita de luz beatífica en tu interior, no pudiera fluir eficazmente para elevar y beneficiar a otros hasta que la psique esté más alineada con esa luz, igual que el agua no puede fluir eficazmente a un nuevo destino si los canales por los que fluye no están alineados. Esto es solo una metáfora, por supuesto. Pero parece que todo necesita ser recalibrado a la luz de lo que vas descubriendo en cada etapa importante del despertar. Esta recalibración puede ser muy sutil en algunos aspectos y bastante obvia en otros, dependiendo de la persona. ¿Cómo se desarrolla algo así? Observando todas las cosas de tu vida (y tu propia psique) con una mirada nueva, desde la perspectiva de lo que has descubierto. Si realmente estás dispuesto a llevarlo a cabo (y a veces no es fácil, porque inevitablemente acabas lamentando los comportamientos inconscientes a través de los cuales has causado sufrimiento a otros), entonces la transformación también será inevitable.

Extracto del libro “Enemigos íntimos de la Verdad” de Christopher Wallis (Fnac, Amazon)

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