Testimonio

Gratitud, reconocimiento, alegría y humildad

Aún saboreando lo vivido este fin de semana, y antes de que pase más tiempo para poder expresar con palabras parte de la experiencia (la vivencia en su completitud es difícil de escribir, imposible de contar) os envío este correo con gratitud, reconocimiento, alegría y humildad.

Os comparto la gratitud inmensa que siento por haber participado como ayudante en este retiro, haber estado un poco más cerca de Hari Dass, y haber tenido, tal vez, un papel diferente -y adicional- al de participante dentro del grupo. Desde ese lugar, y abierta en canal como gracias a esta vía de Tantra, ya puedo abrirme, me he puesto al servicio desde la verdad y la belleza que pasan a través de mí, tratando de ofrecerlas a todas las mujeres y los hombres que llenaban la sala. Honro a cada una y a cada uno de ellos, y los veo. Benditos sean. Mi reconocimiento al maestro Hari Dass y a su enseñanza.

A su precisión y a su solidez acompañadas de sentido del humor, que seguirá salvándonos la vida. Si, tal y como yo he aprendido, las cuatro H de un buen líder son la honestidad, la humildad, la humanidad y el humor, a Hari Dass no le ha faltado ninguna, y así le reconozco. Bravo por el que sabe y sigue asombrándose con el amanecer de cada día, por quienes no dejamos de celebrar que hoy también es el mejor día de nuestra vida, por cada una de las mujeres a las que he visto, con su miedo y su vergüenza, su culpa y la heredada, su apertura y su resistencia, su llanto y su pureza. Aho! por ellas y por los hombres sensibles, sólidos, llenos de ternura y de firmeza, de solidez y dudas que nos acompañaban. Se acabó ya el sufrimiento. El camino es por el gozo y sólo podemos avanzar juntos. Toda mi honra y mi reconocimiento.

Y la alegría. ¡Ay, la alegría! Esa energía esencial mía que brota y se expande, y me llena el pecho y el cuerpo entero, y recorre la sala de esquina a esquina, desde el suelo hasta el techo, sin dejar un rincón por reír, ni uno solo, bendiciendo todo a su paso. La alegría sagrada como el punto sagrado lo es, en relación inalterable los dos, en comunión directa a través del canal limpito, inocente, infantil, que sube desde el primer chakra hasta el cielo ya sin remordimiento ni deuda que valga. Sin pecado concebida. Esa alegría que también me ayudó en el momento más vulnerable, cuando la herida de abandono se tocó, y pude abrazar a mi niña pequeña asustada -ea ea, mi amor-. Y así, con la alegría por bandera, fui de lo más vulnerable a lo infinitamente más vulnerable, casi en disolución… abriendo un nuevo canal de gozo. Lo único inalterable es mi relación con Dios.

Llovió los dos primeros días, abundancia, jugosa madre Tierra, sostén y proveedora de perspectiva. Al tercer día salió el sol. Humildad ante la sencillez del universo, de la naturaleza. Humildad para no engancharme, para ver lo pequeños que somos y a la vez nuestra infinitud. Humildad vi en el maestro, que mostraba su humanidad también, invitándonos a la risa en la meditación de la mañana, danzando junto a nosotros, escuchando cada compartir. Humildemente confieso que me rendí, que solté, que me abandoné entera y supe que no soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal y como Dios me creó. Y si me condeno, nublo la visión de mi gloria. Y esa condena es del ego. Porque del Ser es la gloria. 

Desde aquí me despido hasta la próxima, comprometida con este camino. Que el amor nos hará libres es tan cierto como la más grande certeza de todas: la encarnación de la experiencia, la corporalización de lo vivido. Indiscutible la energía ascendiendo por el canal central, la espiral divina. Imposible dudar de lo que, en el devenir de cada día, nos atraviesa. 

No podemos pensar en la conexión, en la transformación o en la Gozosa Unión… sólo podemos vivenciarlas. Y de eso va la cosa. 

Gracias por la confianza y por acompañarnos. Os veo y me veo. Seguimos. Sigamos. 

Un abrazo fuerte a todos, 

ME Manzano

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